Dos científicas que labran caminos, Lucía López de Medrano y Alma Pinillo
Cd. de México, 6 de marzo de 2023 / Israel Sánchez para Reforma
Hacia el Día Internacional de la Mujer, que se conmemora este 8 de marzo, la matemática Lucía López de Medrano y la ingeniera ambiental Alma Pinillo comparten cómo descubrieron su vocación y la importancia de tener una red de apoyo. Ambas han impulsado proyectos para llevar el conocimiento a más públicos.
El placer de pensar
Hija de padres matemáticos, Lucía López de Medrano (Ciudad de México, 1976) creció corriendo y jugando en la Facultad de Ciencias o en el Instituto de Matemáticas (IM) de la UNAM. Ya desde ahí su camino parecía bien perfilado.
"Definitivamente crecer en una familia donde la ciencia estaba presente todos los días, evidentemente, es determinante en este caso", reconoce en entrevista la hoy licenciada, maestra y doctora en matemáticas.
"Pero no sabía a cuál ciencia dedicarme; mucho tiempo creí que sería química, otro tiempo pensé que sería bióloga marina", prosigue la investigadora del IM, cuyas áreas de estudio son las geometrías algebraicas compleja, real y tropical, además de algunos aspectos de la geometría enumerativa real.
Terminó por definirse gracias a las olimpiadas de matemáticas -fue la segunda mujer mexicana en participar en el certamen internacional-, con las que empezó a estudiarlas más allá de lo que le enseñaban en la escuela.
Y no es que fuera, comparte, una persona de concursos y competencias; como deporte, por ejemplo, prefería el buceo. Pero eventualmente la invitaron a participar.
"La verdad es que los problemas eran bastante divertidos, y pasábamos mucho tiempo con los amigos del club de matemáticas haciéndolos", cuenta López de Medrano.
"Y de pronto también tenía, la verdad, el premio de que si lograba pasar todas las etapas, pues te llevaban ese año a Turquía, y sonaba a un sueño conocerlo. La verdad lo vi como un camino para hacer un viaje, y a mí siempre me ha gustado mucho viajar".
Esto implicó mucho trabajo y un entrenamiento casi deportivo, de hasta cuatro horas diarias. Pero ahí, además de comprender que lo que enseñan en la escuela tan sólo son herramientas y no las matemáticas en sí, descubrió lo que hoy denomina como un placer mental.
"Yo siempre digo que es equiparable al que se siente haciendo deportes, con una actividad artística o viendo una obra de arte, o leyendo u oyendo; o sea, el cerebro se siente bien. Entonces, después de este entrenamiento tan fuerte, pues ya, estaba yo enganchadísima", reconoce la matemática, para quien no hubo sino un gran apoyo en casa, tanto entonces como en los años siguientes y hasta el día de hoy.
"Claramente, tuve yo todas las condiciones para hacerlo. Sí tengo que agradecer y me gustaría mucho plantear la discusión de que, finalmente, la vida privada de las personas es determinante en estos casos", subraya, refiriendo que incluso su marido se fue con ella a Francia cuando hizo la maestría y el doctorado. "Y no es que necesites un buen esposo, necesitas una buena comunidad que te acompañe".
A diferencia de lo que puede verse en carreras como física o algunas ingenierías, López de Medrano señala que en matemáticas el número de hombres y mujeres suele ser parejo, aunque al ir avanzando de grado la presencia de ellas comienza a disminuir.
"Ahí es donde hablo de estos privilegios y la vida privada. Casi todas mis estudiantes salen y no pueden dedicarse a estudiar en las tardes porque tienen labores de cuidado en casa: que cuidan a su abuelita, a sus hermanos, que trabajan, que atienden... Y se van rezagando.
"En cambio, sí hay estudiantes hombres que también tienen que trabajar y ayudar, pero el porcentaje es radicalmente más bajo", apunta. "Mi sentir es que cuando un hombre estudia ciencias, como que hay un respaldo y una admiración, entonces se le protege: 'Es que tiene que pasar sus exámenes; es que tiene que estudiar'. Y se le provee de un espacio tranquilo; con mis estudiantes mujeres, por lo que he visto, no siempre es el caso".
El pasado 11 de febrero, en el marco del Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, la investigadora habló en el Museo de Ciencias de Morelos sobre "La ciudad de los números", un proyecto de divulgación que creó para dicho espacio con la intención de presentar los números de una manera lúdica y artística.
La científica incluso confía en el poder de las matemáticas para restaurar el tejido social, de ahí que también dirija el proyecto Artemat, surgido como parte del Programa Nacional para la Prevención Social de la Violencia y la Delincuencia, con actividades lúdicas que se realizan en calles, escuelas y plazas públicas.
"No se trata de enseñar matemáticas sino de jugar con ellas, de reconocer este placer del que hablaba yo hace rato. Cuando la gente pasa un momento súper divertido y está contenta, regresa a la siguiente vez con su familia y luego con su vecino", celebra.
El cambio es válido
Nacida en la comunidad de San Pedro Xochiteotla, en el Municipio de Santa Ana Chiautempan, en Tlaxcala, Alma Pinillo siempre tuvo un vínculo con el ambiente y la naturaleza. Así lo procuraba su familia.
"Mi mamá, Marcela, siempre nos inculcó que debíamos respetar nuestro entorno, y ese respeto implicaba cuidar nuestros residuos, la basura que llevamos y luego tiramos; cuidar el agua, apagar la luz", cuenta en entrevista la ingeniera ambiental de 31 años.
"Siempre nos educó con esa conciencia ambiental; tal vez ella no le llamaba así, pero eso hizo", recalca quien hoy encabeza el Departamento de Cambio Climático en la Secretaría de Medio Ambiente estatal.
Pese a ello, a la hora de elegir a qué profesión dedicarse, optó más bien por el derecho, para sorpresa de su padre, quien la había escuchado decir desde niña que quería ser científica. Pero su interés en aquel momento estaba puesto en combatir injusticias sociales.
Su educación superior fue posible gracias a una beca a la que se hizo merecedora tras su paso por la olimpiada de matemáticas.
"Yo participé como estudiante en secundaria y en preparatoria, y eso me permitió acceder a otro tipo de educación. Y estoy muy agradecida por ello", expresa la joven egresada de la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (UPAEP).
Fue la materia de derecho ambiental la que reavivó aquello que desde casa su madre le había enseñado. Y entonces hizo lo correspondiente por cambiarse de carrera; quería ahora abocarse a las injusticias contra el planeta.
"Pero no quería hacerlo de una manera superficial, sino que me pareció importante conocer las bases y saber cómo funcionaba ese entorno, qué interacciones había entre el agua, el suelo, el aire; o por qué una ley decide que hay un límite máximo permisible de un contaminante, cómo se decidía eso.
"Lo que más me movió, definitivamente, fue recordar el impacto que yo tuve de venir de la comunidad rural a una ciudad, la de Puebla, donde veía la mala disposición de residuos, el nulo interés en eficiencia energética; todas esas cuestiones ambientales que me producían algo, sí me afectaban", detalla Pinillo.
Este viraje de timón, sin embargo, no fue sencillo. Ya llevaba cinco semestres en derecho, y a pesar de contar con la beca de excelencia, sus padres habían hecho un gran esfuerzo haciéndose cargo de los gastos cotidianos, como pagarle la renta en Puebla; "esa parte sí me pesaba mucho, porque ya habían invertido dos años y medio en eso".
Querían que ella, la mayor de cinco hermanos y la primera en casa en cursar una carrera universitaria, terminara lo ya iniciado. Así, consciente de que no les encantaría el cambio, la joven no les avisó del mismo sino hasta que ya llevaba el primer semestre en ingeniería ambiental, con todas las materias aprobadas.
"Hice el cambio de carrera, y creo que es la mejor decisión que he tomado", dice ahora Pinillo, cuyos padres eventualmente terminaron por aceptar su decisión.
Y, nuevamente, concluir esta carrera resultó un desafío. Su padre falleció, y esto impactó mucho en la joven y su madre. Para completar los gastos debió hacer trabajos de medio tiempo, como de mesera, hasta que empezó a recibir remuneración con sus prácticas profesionales. Sólo así lo logró.
"Fue un mérito, más que mío, un gran logro para mi familia", sostiene quien sumaría después una maestría en ingeniería ambiental, también en la UPAEP. "Porque trascendió que mi papá ya no estuviera, que ya no viera la culminación, pero mi mamá sí. De alguna manera encontramos las vías para poderlo lograr".
Gracias a que su proyecto de maestría tuvo que ver con evaluar políticas de cambio climático a nivel local, en la zona metropolitana del valle de Puebla, Pinillo pudo aplicar e integrarse a la actual Administración del Estado, desde donde busca contribuir a la creación de una cultura climática, y promover la incorporación de contenidos ambientales en distintos niveles formativos.
Desde la trinchera de la sociedad civil y los proyectos autogestivos, ha sido parte de Divulgaciencia México, proyecto que se vale de las artes escénicas para acercar al público el conocimiento científico. Una forma en que la ingeniera ambiental ha podido devolver o replicar algo de ese apoyo para quienes provienen de comunidades.
Finalmente, y como parte de sus tareas por promover las carreras STEAM -ciencia, ingeniería, tecnología, arte y matemáticas- entre niñas y jóvenes, Pinillo ha podido fungir como mentora para chicas con dudas sobre si dedicarse a algo de esto o no. Y recuerda mucho el caso de una joven de Oaxaca.
"Con ella, Jessy, yo me identificaba mucho porque tenía estas condiciones de vivir en una zona alejada, sin universidades cerca, y pensando: 'No sé si voy a encontrar trabajo como ingeniera saliendo de la carrera'. A ella la recuerdo con mucho cariño, y por supuesto a las demás también.
"Pero es que con Jessy pudimos tener este diálogo aplicando todo lo de divulgación e impulsando a que estudie una carrera universitaria. Al final sí se decantó por una ingeniería; y son esos granitos que vamos aportando", destaca Pinillo.
Nota de Reforma en:
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